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El Estado-Nación: la principal organización política.

Actualizado: 23 abr 2020

La política actual, y en definitiva el mundo, se mueve en torno a los Estados, pero ¿qué es un Estado?

El mundo se divide en países, es decir, Estados-Nación. Son un total de 194.

En una primera aproximación, se lo puede entender como la comunidad toda, jurídicamente organizada —en base a leyes—, como el aparato de poder asentado sobre un territorio determinado que ejerce el monopolio legal de la violencia física —lo "legal" diferencia a la policía de una mafia—, o como la instancia política que articula un sistema de dominación social. Es una creación de los hombres, en base a lo que la teoría contractualista llama Contrato Social: un acuerdo realizado por individuos para vivir en sociedad.


La corriente contractualista expresa la idea de que los hombres delegan sus derechos a una entidad superior, llamada Estado, para abandonar el "estado de naturaleza" en que se encontraban, de guerra y violencia permanente, y garantizar la paz. Así, el Estado surge de un pacto entre individuos para mantener la vida y prosperar a través de la cooperación para satisfacer necesidades, mediante la sumisión a un poder mayor que actúa como árbitro en los conflictos impartiendo justicia.


Está compuesto de tres elementos: territorio, población y poder, pudiéndose agregar un cuarto elemento, el gobierno. El territorio refiere a la extensión de tierra sobre la cual se asienta un Estado. Por otro lado, la población se considera como el conjunto de seres humanos que viven sobre el territorio de un Estado. El poder se define como la capacidad de poner en movimiento la realidad, llevado a cabo mediante la fuerza, la riqueza, el conocimiento o el consenso. El cuarto elemento, el gobierno, se entiende como la suma del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, siendo éstos los órganos que ejercen las funciones del poder del Estado.


Se trata de una creación relativamente nueva, que surge finalizando la Edad Media y a comienzos de la Edad Moderna, hacia 1453 d. C., con la caída de la ciudad de Constantinopla, capital y último centro de poder del Imperio Romano de Oriente, a manos del Imperio Otomano, cuya actual encarnación es Turquía, y que por entonces se enfrentaba a los países europeos en Cruzadas —guerras religiosas entre el Cristianismo y el Islam por el control de Oriente Próximo, la llamada "Tierra Prometida"—. Otros historiadores datan el fin de la Edad Media en 1492 d. C., fecha en la que se produce el descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón, con el patrocinio de los reyes de Castilla y Aragón, que más tarde se unirían para formar el Estado-Nación llamado España.


El fin de este viaje fue encontrar una nueva ruta comercial que lleve a Oriente, rico en seda y en especias, sobre todo a la India y a China, debido a que la caída de Constantinopla cortó la única vía de comunicación terrestre que existía entre Europa y Asia. Ello inauguraría un nuevo capítulo en la historia de la humanidad, dando lugar a enormes cambios en la estructura política, económica, social, cultural e incluso religiosa —con la aparición del protestantismo en Europa—, motivando también una evolución en el paradigma científico, tomando por ejemplo la idea de la Tierra redonda, y ya no plana. Estamos asistiendo, como se dijo, al comienzo de la Edad Moderna, que culminaría en 1789 d. C. con la Revolución Francesa.


La Gioconda o La Mona Lisa, retrato de Lisa Gherardini, una noble italiana, pintado entre 1503-1519 d. C. por Leonardo da Vinci, una de las máximas figuras del Renacimiento.

Esta y otras ideas, novedosas para la época y que desafiaban los dogmas de la Iglesia Católica, principal autoridad política en Europa y cuyo líder y representante era el Papa, surgen —o resurgen— con lo que se denomina Renacimiento, un movimiento cultural que empapó en un comienzo a Italia y que luego se expandió a lo largo del continente europeo entre los años 1300 d. C. a 1600 d. C., y supuso una revisión tanto artística como científica de las civilizaciones griega y romana, cuyos legados son la base de la cultura occidental actual.


Por aquel tiempo comienza un proceso de centralización del poder, dejando atrás la atomización o dispersión del mismo en los señores feudales, la nobleza y el clero, que habían ocupado el vacío de poder existente tras la caída del Imperio Romano de Occidente. Las ciudades empiezan a cobrar más relevancia, sobre todo por el auge del comercio y la aparición de la economía monetaria y crediticia —la moneda se extiende como instrumento de cambio por bienes y servicios reemplazando al trueque o permuta, y crecen los créditos o préstamos en moneda—, y en consecuencia las burguesías —comerciantes y artesanos— ganan poder.


De esta forma, y debido a la concentración de los instrumentos de mando, militares, burocráticos y económicos en una unidad de acción política —fenómeno que, como ya se dijo, se produce primeramente en el norte de Italia debido al más temprano desarrollo que alcanza allí la economía monetaria—, tiene lugar la centralización del poder, relativamente estático y estable, que diferencia de manera principal al Estado de la Edad Moderna del Territorio de la Edad Media.


La evolución que se llevó a cabo, en el aspecto organizativo, consistió en que los medios de autoridad y administración, que eran posesión privada —de los señores feudales, los nobles y la Iglesia—, se convirtieron en propiedad pública, es decir, del Estado. Además, el poder de mando que se venía ejerciendo como un derecho del sujeto —privado— se expropió a favor del Estado.


Mediante la creación de un ejército permanente y profesional, cuya existencia depende del pago de los soldados, el rey —quien centraliza el poder— se hace independiente de la lealtad de sus feudatarios, estableciendo así la unidad de poder del Estado en lo militar. Los gastos que imponía un ejército permanente exigieron la organización centralizada de los medios necesarios para la guerra, lo cual suponía a su vez una reorganización de las finanzas. De este modo, la necesidad política de crear ejércitos permanentes dio lugar en muchas partes a una transformación de la administración de las finanzas.


Cristóbal Colón frente a la reina Isabel I de Castilla, quien apoyó y financió su viaje en 1492 d. C. Por entonces, los reyes comenzarían a acumular y centralizar el poder político, para más tarde convertirse en monarcas absolutos.

En las demás esferas, las formas de la administración feudal resultaban también inadecuadas para atender las tareas administrativas, cuantitativa y cualitativamente crecientes, de una sociedad y de una economía cada vez más complejas y pujantes. A comienzos de la Edad Moderna, que se fechó en 1453 d. C., el Estado tiene que encargarse de una serie de tareas que hasta entonces estaban a cargo de la familia, la Iglesia o las instituciones locales.


Eran cuestiones relacionadas con las comunicaciones, tanto en lo general como en su aspecto económico-técnico —rutas y caminos, por ejemplo, para impulsar el comercio y unificar regiones distantes para crear un único mercado nacional—, con la administración de la justicia y con lo cultural, sobre todo de carácter pedagógico. Así, un Estado que no utilizara las revolucionarias innovaciones técnicas y tecnológicas de aquel tiempo y no acomodara a ellas su administración, se vería condenado a una decadencia inevitable.


Formalmente, la aparición del Estado moderno tiene lugar en 1648 d. C., año en que se firma la "Paz de Westfalia", tratado de paz que puso fin a la Guerra de los Treinta Años —conflicto político y religioso entre partidarios de la Reforma, protestantes, y la Contrarreforma, católicos— y que introdujo la idea de "soberanía territorial" en Europa, delimitó fronteras entre los países y propició cambios en el derecho internacional, entre los que destacan la no injerencia en asuntos internos y el trato de igualdad entre los Estados. Por otro lado, la Iglesia Católica vería mermada en gran forma su influencia y poder, ya que desde entonces la religión no podía ser motivo de guerra entre Estados, sumado a que éstos adoptaron como oficial la religión que tenían en ese momento, asumiendo muchos la religión protestante —que, entre otras ideas de la corriente, no reconoce al Papa como máximo pontífice de la Iglesia Católica—.


La Paz de Westfalia. El tratado de paz fue firmado por Francia, el Sacro Imperio Romano Germánico (Alemania), España, los Países Bajos (Holanda), Suecia, Dinamarca y Suiza.

A esta concepción de Estado tiene que agregarse la idea de Nación, en la cual se conjugan elementos “materiales” como el desarrollo de intereses, resultantes de la diferenciación e integración de la actividad económica dentro de un territorio delimitado; y elementos “ideales” como la difusión de símbolos, valores y sentimientos de pertenencia a una comunidad diferenciada por tradiciones, etnias, lenguaje y otros factores de integración que configuran una identidad colectiva o una personalidad común, lo que permite una dominación ideológica del Estado sobre su población.


En este sentido, "Nación" implica la existencia de un “mercado”; éste, de “relaciones de producción”, que remiten a la constitución de “clases sociales” generadoras, a su vez, de un “sistema de dominación”, el cual evoca la noción de Estado, vinculada territorial e ideológicamente a la idea de Nación.


Supone una comunidad humana asociada a un territorio, que posee mitos comunes de antepasados y que comparte una memoria histórica —como los próceres—, y uno o más elementos de una cultura —entendida como conocimientos, pautas de conducta, tradiciones y costumbres, incluyendo las formas de comunicación, que caracterizan y hacen diferenciable a una comunidad— que es compartida por la población que habita en el territorio del Estado.


Estas dos ideas se integran y funcionan en conjunto, por lo que al Estado suele llamárselo “Estado-Nación”, ya que, al monopolio de la fuerza legal sobre un territorio y una población determinados, se suma una identidad colectiva o personalidad común que cohesiona a la población y la hace objeto de una dominación ideológica, sobre todo a través de la educación.


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